miércoles, 12 de noviembre de 2014

La imaginación del Padre

El libro de Luis López-Aliaga ha sido todo un descubrimiento. La vida contada a fragmentos en los que se rescatan instantes de una simplicidad hermosa. Como éste: "Una iluminación algo teatral cae sobre nosotros, sobre las botellas del mostrador, sobre la heladera, como si el cielo gris de afuera se disipara al cruzar la puerta de ese edificio de adobe; los tubos de luz cuelgan del techo alto, lejano, afirmados de los extremos por dos cables, como los trapecios de un circo que espera una función que no va a comenzar nunca. "Para mí siempre serán las siete de la tarde en el Bar Cordano", dice Teillier en alguna parte, desde alguna parte, y es extraño, pero ahí entre Cusqueña y Cusqueña, el tiempo en efecto parece estancado".

martes, 11 de noviembre de 2014

Estamos en Lolita

Nos gusta Lolita (la librería). Por el amor que rezuma Mouat a los libros. Por la dedicación de Solcita. Por las fotos que adornan sus paredes. Por los títulos que habitan sus mesones y vitrinas. Nos gustan sus volúmenes dedicados al fútbol, tanto como la posibilidad de encontrar ahí los títulos más inverosímiles de ese gran escritor uruguayo que es Mario Levrero. También porque la voz de Cortázar está encerrada en un CD que se lleva por un precio módico. Y porque dentro de los últimos títulos publicados por Lolita Editores está esa luminosa novela de Luis López-Aliaga que se titula La imaginación del padre. Nos gusta además porque en uno de sus estantes está Desarticulaciones, de Sylvia Molloy —pocos libros más certeros a la hora de retratar de manera literaria el Alzheimer—, y porque también es posible encontrar Escribir, de Marguerite Duras. O porque Fernando Savater tiene un lugar destacado. También por la gente que se asoma por esos lados, desde los lectores contumaces hasta los vecinos del barrio que no entienden demasiado bien por qué una librería tiene tanta onda. Pero sobre todo nos gusta, o quizá habría que decir que nos ha comenzado a gustar todavía más desde que nuestros libros llegaron ahí: desde El fotógrafo de Dios, de Marcelo Simonetti, hasta Silencio, de Pablo Pinto Canales, pasando por La intrusa, de Macarena Paz Vogel, entre otros tantos.